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Salir de la depresión


¿Te sientes triste y sin energía la mayor parte del tiempo?
¿Tienes una visión desanimada respecto al futuro?
¿Han dejado de agradarte las cosas que antes te satisfacían?
¿Te sientes mal contigo mismo y te criticas por tus debilidades o errores?
¿Lloras más de lo habitual?
¿Te irritas con facilidad?
¿Tu capacidad de trabajo es menor o más lenta?
¿Has perdido interés por el sexo?
¿Tienes problemas de sueño?
¿Ha cambiado tu apetito?

Si has respondido afirmativamente a la mayor parte de estas preguntas es posible que estés en un estado depresivo.

La depresión es un trastorno del estado de ánimo muy extendido y que suele ser tratado mediante medicación antidepresiva. Pero, dejando a un lado la depresión endógena de base genética, la depresión arraiga en estructuras psicológicas, emocionales y de carácter, que mantienen a la persona en un estado de abatimiento más allá de los acontecimientos, y que determinan que unas personas los superen y otras se queden ancladas en la tristeza y el sufrimiento.

En la depresión aparece un proceso de autodestrucción y autosabotaje que necesita ser explorado para canalizar la ira y la tristeza que el deprimido dirige hacia sí mismo, de una manera que le permita conocer los mecanismos que están en su base y la causa de que se mantengan, en un ciclo recidivante de culpa, resentimiento, tristeza y autocastigo.
“El hombre se convierte en lo que él cree de sí mismo. Si yo me mantengo diciéndome a mi mismo que no puedo hacer cierta cosa, es muy probable que termine convirtiéndome en incapaz de hacerlo. De forma contraria, si tengo la creencia de que puedo hacerlo, seguramente voy adquirir la capacidad de hacerlo, inclusive si no pude hacerlo en principio”Mahatma Gandhi.
Normalmente, las personas deprimidas reciben apoyo de su entorno en forma de frases de ánimo para que saquen fuerza para salir y, sin embargo, pueden percibir estos impulsos como incomprensión, crítica o insensibilidad con su estado. La realidad es que se trata de un problema difícil que sobrepasa la buena voluntad de querer ayudar y que requiere un abordaje profesional.

Es, además, desde el enfoque gestáltico, la oportunidad para que la persona aproveche esa interrupción de energía en sí mismo, para conocerse más y dejar de agarrarse a patrones de conducta  rígidos, inconscientes y desadaptativos. Porque la tristeza no es locura, aunque el sufrimiento se le aproxima. Duelen las pérdidas  emocionales (de un ser querido, de una relación, de la salud, de una situación en la que se ha invertido mucho esfuerzo, cariño y entusiasmo...). Todas ellas dejan una herida, pero echar raíces en el sufrimiento es inútil, no permtite curarla y no devuelve aquello que se fue, sólo es una manera neurótica de seguir en contacto con lo que ya no está.

La complicación más extrema de la depresión puede llevar al suicidio, es decir, al punto en el que la persona ya no puede con su vida, pero para dejar una vida de dolor y que no ofrece satisfacción no es preciso morir, basta con cambiar de vida. Es posible morir para esa vida de desdicha sin necesidad de desaparecer físicamente, y renacer en otra en la que todas las posibilidades se presentan de frente.

Atravesar ese sendero sí puede ser la puerta que se abre para dejar de andar de puntillas por una vida sin sentido, y de profundizar en la esencia del vivir, como muy bien lo reflejan  buenos autores, como Viktor Frankl en su extraordinaria obra "El hombre en busca de sentido",  Paul Watzlawick en ese título tan revelador "El sinsentido del sentido o el sentido del sinsentido" o Albert Rams en la claridad de su artículo "¿Elogio de la depresión?".

Los psicofármacos pueden ser ayuda en momentos críticos, aunque a la larga son una confirmación para el deprimido en su creencia de que no tiene recursos propios para afrontar su vida, e impiden la realización del potencial personal que sólo se descubre en los momentos de crisis, de carencia, de conflicto. Anestesian del dolor, pero también adormecen los sentidos y la capacidad de vivir una vida plena.
"Vivir siempre en la comodidad y pasar sin una pena en el alma es ignorar la otra mitad de la naturaleza. Afirmas ser un gran hombre, pero ¿cómo lo podré saber si la fortuna no te brinda la ocasión de mostrar tu virtud? Te juzgo desdichado por no haber sido nunca desdichado. Te has pasado la vida sin adversario: ni siquiera tú mismo sabrás nunca hasta dónde alcanzan tus fuerzas. La experiencia es necesaria para el conocimiento propio". (Séneca , Tratados Morales)

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